sábado, 4 de mayo de 2013

Capítulo 1. La Justiciera Nocturna.

Julián




En las tortuosas calles del centro de la ciudad, luego de semejante chaparrón madrugador, estaba con un antojo de empanadas fritas de esas que solo la señora Magdalena, la de pétalos de rosas en su cabeza sabe preparar.

Nada mejor para un hombre moderno que acaba de tener una noche sexual sin descanso que un desayuno resuelto, había donado mi energía vital siete veces ¿O tal vez fueron ocho? No importa, lo importante era que la señora Magdalena no había montado su tarantín esa mañana.

Cuentan los chismosos de la Plaza Bolívar que la depresión le impidió salir de la casa, que había descubierto que su marido le había sido infiel y que una justiciera nocturna acabó con él para llevárselo al mismísimo infierno. Realmente me sentí mal por la señora pero peor me sentí cuando mi estómago comenzó a rugir casi con un sonido parecido al de un niño gimiendo “Julián, aliméntame”.

Luego de comerme un cachito que sabía a plástico quemado y una chicha que sí estaba deliciosa me reuní con mi amigo Diego, ese sinvergüenza había tenido una mejor noche que la mía. Apenas se despidió de su novia, la trigueña con ojos de gato y con la que lleva ya más de dos semanas (tiempo record para él), se fue de parranda con otra de sus novias, la de cabello negro y azul. En verdad mi amigo tiene mejor suerte con las mujeres que yo pero, claro, él es musculoso, seductor, con una sonrisa extremadamente blanca y tiene un “no sé qué” lo cual hipnotiza a las damas.

-Primero me acosté con la pelirroja- me dijo mientras tomábamos el metro desde Capitolio hacia la estación Los Dos Caminos – pero esa noche ella estaba demasiado intensa, no la aguanté dos horas, ya incluso hablaba del color de los cojines del sofá de “nuestra” sala. Así que me fui con Mónica, ese mujerón nunca me decepciona. Ella está clara conmigo, ella sabe que yo no quiero matrimonio, al menos no por ahora ¡La juventud es para disfrutarla! No entiendo por qué las demás se molestan, yo creí que este siglo XXI era de mujeres independientes y feministas pero al final todas quieren amarrarte ¡Bah!

Y mientras hablaba interrumpió su discurso para picarle el ojo y pelar los dientes a la hermosa rubia que no paraba de reír como para demostrarle que sí estaba interesada. Justo en ese momento, Diego recibió un coscorrón de Alicia que casualmente compartía el mismo vagón con nosotros.

-Pero es que tú no cambias, Diego- dijo ella irritada -¿Cuándo vas a tomar escarmiento? Nosotras no somos trozos de carne, merecemos respeto.

Luego de una riña sin sentido que terminó con ellos dándose un beso en el cachete y haciendo las paces, Alicia me confesó su preocupación y casualmente estaba relacionada con la vendedora de empanadas a la que yo acudía casi religiosamente cada sábado en la mañana.

-Es horrible, Julián. Ya van dos meses en que hombres de mala reputación han desaparecido sin dejar rastros. Al principio pensaba que era una banda que se dedicaba al secuestro pero es que todos comparten la misma característica. Hombres mujeriegos y parranderos, ustedes dos deberían tener cuidado de sus andanzas por ahí en estos días.

Y lo mismo nos repitió Erick cuando nos encontramos con él a la hora del almuerzo. Siempre con su mirada de juez implacable, sus zapatos Converse que combinaba con los lentes de pasta según la ocasión y sus pantalones tubitos. Era increíble que Erick a los 15 años pueda tener más sensatez que nosotros que somos casi treintañeros. Incluso que Vanessa a quien veríamos más tarde y cumplirá 40 la semana que viene. Pero había algo cierto en esa advertencia, algunos hombres estaban desapareciendo en la ciudad y la policía como siempre no resolvía nada porque estaba muy ocupada con la política de los dos partidos políticos que enemistan al país.

A final de la tarde decidimos acercarnos a la Plaza Bolívar de Caracas a disfrutar del paseo cultural que afortunadamente se volvió de moda hace poco. Ya lo sé, las modas son pasajeras y banales pero siempre que se celebre el arte yo prefiero disfrutarlas en vez de quejarme, así como en el sexo. Y así deberían hacer todos. No quiero recordar todas las variaciones de vodka, cerveza y tequila que tomamos esa noche pero sí recuerdo a los chismosos de la Plaza Bolívar comentando sobre la misteriosa mujer de vestido blanco que merodeaba a las tres de la mañana por aquel lugar, llorando un amor perdido para después desaparecer en la Esquina del Capitolio.

Lo cierto es que ya había cuadrado un encuentro con unas morochas que conocí en las afueras de la Biblioteca Nacional, me dijeron que podía llevar a un amigo así que no me fue difícil convencer al necio de Diego. Ya estábamos a punto de separarnos de Vanessa, Alicia y Erick cuando encontramos en uno de los banquitos solitarios cercanos al Capitolio a una mujer de cabellos negros y vestido blanco, llorando desconsoladamente. Corrimos hacia ella pensando que la habían atracado a esas horas, tenía pinta de ser una sifrina de Prados del Este y en verdad era muy hermosa y también elegante. Vanessa se acercó a ella preguntando:

-¿Te hicieron algo, dime quiénes fueron esos desgraciados?

La mujer tapaba su rostro con unas manos pálidas como un mediodía sin sol.
-Mis hijos… ¿Dónde están mis hijos?

Erick fue el primero que notó que la mujer estaba descalza y que aunque escondidos por sus largos dedos los ojos de ella resplandecían con un fuego azul. Él pegó un salto hacia atrás y exclamó en un susurro.

-Esa mujer es un espanto, es la mujer que los chismosos de la Plaza Bolívar mencionaban.

-Mis hijos… ¿Dónde están mis hijos?

Un halo maligno se podía sentir en la cuadra y pude notar que una gota de sangre brotaba cual lágrima del rostro de aquella mujer que más bien me pareció el de una muñeca antigua maltratada por los años de olvido.

-Mis hijos, mis hijos él se los llevó.

No soy un hombre cobarde pero en ese momento estaba realmente cagado y al soltar carrera persignándome como alma que lleva el diablo con Erick pisándome los talones y Diego llevándome una morena casi llegando a la calle, notamos al mismo tiempo que las muchachas no estaban con nosotros. Volteamos y nos llevamos unánimemente las manos a la cabeza. Allí estaban, sentadas las dos en el balcón con el espectro.

-¡Ay amiga es que me da mucho sentimiento!- Dijo Alicia y rompió en llanto abrazando a la mujer vestida de blanco que volteó hacia ella con actitud sorprendida.

-Es que verdaderamente tienes razón amiga – dijo Vanessa – A los hombres hay que castigarlos, es que ellos se creen superiores a nosotras, rompiendo corazones o moreteando cachetes como si se creyeran dueños de una.

Al notar la locura de nuestras amigas y dándome cuenta que el espectro era… ¿Amistoso? Decidí acercarme, los otros dos me siguieron pero de repente la cara de la mujer se transformó en una rabia intensa y saltó hacia Diego, tomándolo por el cuello.

-Hombre malo, hombre malo- Dijo el espanto y lanzó un aullido como si recordara un dolor antiguo –Hombre malo, hombre infiel.

-¡Sí, hombre malo!- Exclamó Alicia –Yo te lo advertí.

-¡Espera! ¿Pero por qué no agarras también a Julián?- Chilló Diego que con toda su fuerza no pudo zafarse.

-Yo no soy infiel- Le respondí indignado porque mi mejor amigo me arrastraba con él a los leones- Yo me acuesto con un montón de mujeres pero no me vuelvo novio de ellas y ellas están de acuerdo con eso.

-Pero ayer lo hiciste con siete mujeres distintas- Replicó Diego y las muchachas exclamaron encantadas con el chisme.

-Sí, pero fueron todas al mismo tiempo. Es distinto.

-¿Cómo todas al mismo tiempo?- Preguntó Erick que se había puesto rojo de la pena.

-¡Cómo una orgía mijo!- Dijo Vanessa con picardía

-¡Yo sé lo que es una orgía, obvio!- Interrumpió Erick todavía avergonzado en su inocencia adolescente (que me sorprendía que tuviera) -¿Pero cómo puedes aguantar tanto?

-¿Tomaste pastillas? – Preguntó Alicia con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Eran todas bonitas?- Preguntó Erick.

-¿Eran todas mujeres?- preguntó Vanessa con malicia.

Ahora el que me estaba poniendo rojo era yo, y no era por mis amigos sino porque no me parecía que debiéramos conversar esas cosas frente a un ente sobrenatural, no sabría si le estaríamos faltando el respeto a la dama blanca. La miré de reojo antes de contestar y noté que ya había soltado a Diego y nos observaba asombrada.

-¿Ustedes van a responder por este hombre irresponsable?- preguntó la dama con una voz melancólica.

-¡No!- respondimos todos al mismo tiempo. ¿Quién sabe qué nos podía pasar si el sinvergüenza de nuestro amado amigo reincidía?

-Está bien – dijo la dama blanca ya con una voz serena, casi maternal – Te voy a perdonar esta vez pero debes ser sincero con tus dos mujeres y liberarlas de tu malicia. Si no lo haces vendré por ti.

Y dicho esto le hizo una reverencia a mis amigas, me miró de reojo como tratando de descifrarme y se fue por una de las esquinas volviendo a su llanto y a su melancolía fantasmal, a la justicia vengativa de una mujer que una vez amó y fue cruelmente traicionada. ¿Y qué es la justicia en este país donde las leyes sirven para algunos privilegiados? Creo que la dama blanca es una de las consecuencias de la injusticia, del maltrato que sufrió la mujer durante un buen tiempo y del maltrato que sufrimos algunos quienes tenemos que en ocasiones tomar la justicia por nuestras manos.

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