Julián
En las tortuosas calles del
centro de la ciudad, luego de semejante chaparrón madrugador, estaba con un antojo
de empanadas fritas de esas que solo la señora Magdalena, la de pétalos de
rosas en su cabeza sabe preparar.
Nada mejor para un hombre moderno
que acaba de tener una noche sexual sin descanso que un desayuno resuelto,
había donado mi energía vital siete veces ¿O tal vez fueron ocho? No importa,
lo importante era que la señora Magdalena no había montado su tarantín esa
mañana.
Cuentan los chismosos de la Plaza
Bolívar que la depresión le impidió salir de la casa, que había descubierto que
su marido le había sido infiel y que una justiciera nocturna acabó con él para
llevárselo al mismísimo infierno. Realmente me sentí mal por la señora pero
peor me sentí cuando mi estómago comenzó a rugir casi con un sonido parecido al
de un niño gimiendo “Julián, aliméntame”.
Luego de comerme un cachito que
sabía a plástico quemado y una chicha que sí estaba deliciosa me reuní con mi amigo
Diego, ese sinvergüenza había tenido una mejor noche que la mía. Apenas se
despidió de su novia, la trigueña con ojos de gato y con la que lleva ya más de
dos semanas (tiempo record para él), se fue de parranda con otra de sus novias,
la de cabello negro y azul. En verdad mi amigo tiene mejor suerte con las
mujeres que yo pero, claro, él es musculoso, seductor, con una sonrisa
extremadamente blanca y tiene un “no sé qué” lo cual hipnotiza a las damas.
-Primero me acosté con la
pelirroja- me dijo mientras tomábamos el metro desde Capitolio hacia la
estación Los Dos Caminos – pero esa noche ella estaba demasiado intensa, no la
aguanté dos horas, ya incluso hablaba del color de los cojines del sofá de “nuestra”
sala. Así que me fui con Mónica, ese mujerón nunca me decepciona. Ella está
clara conmigo, ella sabe que yo no quiero matrimonio, al menos no por ahora ¡La
juventud es para disfrutarla! No entiendo por qué las demás se molestan, yo
creí que este siglo XXI era de mujeres independientes y feministas pero al final
todas quieren amarrarte ¡Bah!
Y mientras hablaba interrumpió su
discurso para picarle el ojo y pelar los dientes a la hermosa rubia que no
paraba de reír como para demostrarle que sí estaba interesada. Justo en ese
momento, Diego recibió un coscorrón de Alicia que casualmente compartía el
mismo vagón con nosotros.
-Pero es que tú no cambias,
Diego- dijo ella irritada -¿Cuándo vas a tomar escarmiento? Nosotras no somos
trozos de carne, merecemos respeto.
Luego de una riña sin sentido que
terminó con ellos dándose un beso en el cachete y haciendo las paces, Alicia me
confesó su preocupación y casualmente estaba relacionada con la vendedora de
empanadas a la que yo acudía casi religiosamente cada sábado en la mañana.
-Es horrible, Julián. Ya van dos
meses en que hombres de mala reputación han desaparecido sin dejar rastros. Al
principio pensaba que era una banda que se dedicaba al secuestro pero es que
todos comparten la misma característica. Hombres mujeriegos y parranderos,
ustedes dos deberían tener cuidado de sus andanzas por ahí en estos días.
Y lo mismo nos repitió Erick
cuando nos encontramos con él a la hora del almuerzo. Siempre con su mirada de
juez implacable, sus zapatos Converse que combinaba con los lentes de pasta
según la ocasión y sus pantalones tubitos. Era increíble que Erick a los 15
años pueda tener más sensatez que nosotros que somos casi treintañeros. Incluso
que Vanessa a quien veríamos más tarde y cumplirá 40 la semana que viene. Pero
había algo cierto en esa advertencia, algunos hombres estaban desapareciendo en
la ciudad y la policía como siempre no resolvía nada porque estaba muy ocupada
con la política de los dos partidos políticos que enemistan al país.
A final de la tarde decidimos
acercarnos a la Plaza Bolívar de Caracas a disfrutar del paseo cultural que afortunadamente
se volvió de moda hace poco. Ya lo sé, las modas son pasajeras y banales pero
siempre que se celebre el arte yo prefiero disfrutarlas en vez de quejarme, así
como en el sexo. Y así deberían hacer todos. No quiero recordar todas las
variaciones de vodka, cerveza y tequila que tomamos esa noche pero sí recuerdo
a los chismosos de la Plaza Bolívar comentando sobre la misteriosa mujer de
vestido blanco que merodeaba a las tres de la mañana por aquel lugar, llorando
un amor perdido para después desaparecer en la Esquina del Capitolio.
Lo cierto es que ya había
cuadrado un encuentro con unas morochas que conocí en las afueras de la
Biblioteca Nacional, me dijeron que podía llevar a un amigo así que no me fue difícil
convencer al necio de Diego. Ya estábamos a punto de separarnos de Vanessa,
Alicia y Erick cuando encontramos en uno de los banquitos solitarios cercanos
al Capitolio a una mujer de cabellos negros y vestido blanco, llorando
desconsoladamente. Corrimos hacia ella pensando que la habían atracado a esas
horas, tenía pinta de ser una sifrina de Prados del Este y en verdad era muy
hermosa y también elegante. Vanessa se acercó a ella preguntando:
-¿Te hicieron algo, dime quiénes
fueron esos desgraciados?
La mujer tapaba su rostro con
unas manos pálidas como un mediodía sin sol.
-Mis hijos… ¿Dónde están mis
hijos?
Erick fue el primero que notó que
la mujer estaba descalza y que aunque escondidos por sus largos dedos los ojos
de ella resplandecían con un fuego azul. Él pegó un salto hacia atrás y exclamó
en un susurro.
-Esa mujer es un espanto, es la
mujer que los chismosos de la Plaza Bolívar mencionaban.
-Mis hijos… ¿Dónde están mis
hijos?
Un halo maligno se podía sentir
en la cuadra y pude notar que una gota de sangre brotaba cual lágrima del
rostro de aquella mujer que más bien me pareció el de una muñeca antigua
maltratada por los años de olvido.
-Mis hijos, mis hijos él se los
llevó.
No soy un hombre cobarde pero en
ese momento estaba realmente cagado y al soltar carrera persignándome como alma
que lleva el diablo con Erick pisándome los talones y Diego llevándome una
morena casi llegando a la calle, notamos al mismo tiempo que las muchachas no
estaban con nosotros. Volteamos y nos llevamos unánimemente las manos a la
cabeza. Allí estaban, sentadas las dos en el balcón con el espectro.
-¡Ay amiga es que me da mucho
sentimiento!- Dijo Alicia y rompió en llanto abrazando a la mujer vestida de
blanco que volteó hacia ella con actitud sorprendida.
-Es que verdaderamente tienes
razón amiga – dijo Vanessa – A los hombres hay que castigarlos, es que ellos se
creen superiores a nosotras, rompiendo corazones o moreteando cachetes como si
se creyeran dueños de una.
Al notar la locura de nuestras
amigas y dándome cuenta que el espectro era… ¿Amistoso? Decidí acercarme, los
otros dos me siguieron pero de repente la cara de la mujer se transformó en una
rabia intensa y saltó hacia Diego, tomándolo por el cuello.
-Hombre malo, hombre malo- Dijo
el espanto y lanzó un aullido como si recordara un dolor antiguo –Hombre malo,
hombre infiel.
-¡Sí, hombre malo!- Exclamó
Alicia –Yo te lo advertí.
-¡Espera! ¿Pero por qué no
agarras también a Julián?- Chilló Diego que con toda su fuerza no pudo zafarse.
-Yo no soy infiel- Le respondí
indignado porque mi mejor amigo me arrastraba con él a los leones- Yo me
acuesto con un montón de mujeres pero no me vuelvo novio de ellas y ellas están
de acuerdo con eso.
-Pero ayer lo hiciste con siete
mujeres distintas- Replicó Diego y las muchachas exclamaron encantadas con el
chisme.
-Sí, pero fueron todas al mismo
tiempo. Es distinto.
-¿Cómo todas al mismo tiempo?-
Preguntó Erick que se había puesto rojo de la pena.
-¡Cómo una orgía mijo!- Dijo
Vanessa con picardía
-¡Yo sé lo que es una orgía,
obvio!- Interrumpió Erick todavía avergonzado en su inocencia adolescente (que
me sorprendía que tuviera) -¿Pero cómo puedes aguantar tanto?
-¿Tomaste pastillas? – Preguntó Alicia
con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Eran todas bonitas?- Preguntó
Erick.
-¿Eran todas mujeres?- preguntó
Vanessa con malicia.
Ahora el que me estaba poniendo
rojo era yo, y no era por mis amigos sino porque no me parecía que debiéramos
conversar esas cosas frente a un ente sobrenatural, no sabría si le estaríamos
faltando el respeto a la dama blanca. La miré de reojo antes de contestar y
noté que ya había soltado a Diego y nos observaba asombrada.
-¿Ustedes van a responder por este
hombre irresponsable?- preguntó la dama con una voz melancólica.
-¡No!- respondimos todos al mismo
tiempo. ¿Quién sabe qué nos podía pasar si el sinvergüenza de nuestro amado
amigo reincidía?
-Está bien – dijo la dama blanca
ya con una voz serena, casi maternal – Te voy a perdonar esta vez pero debes
ser sincero con tus dos mujeres y liberarlas de tu malicia. Si no lo haces
vendré por ti.
Y dicho esto le hizo una
reverencia a mis amigas, me miró de reojo como tratando de descifrarme y se fue
por una de las esquinas volviendo a su llanto y a su melancolía fantasmal, a la
justicia vengativa de una mujer que una vez amó y fue cruelmente traicionada.
¿Y qué es la justicia en este país donde las leyes sirven para algunos
privilegiados? Creo que la dama blanca es una de las consecuencias de la
injusticia, del maltrato que sufrió la mujer durante un buen tiempo y del
maltrato que sufrimos algunos quienes tenemos que en ocasiones tomar la
justicia por nuestras manos.

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